El ego y sus mujeres en la política
SILVIA
GONZALEZ DELGADO
En estos tiempos del 50/50 en el
Congreso del país, desearía tener una varita mágica para saber el
comportamiento que tendrá la mujer en el poder, en los próximos años. Es verdad que nadie sabe quién es hasta que
tiene poder, hasta que al preguntar qué horas son, sus subordinados le
contestan: las que usted guste. El ego ha formado parte de la desgracia de
los mexicanos penetrando a nuestros presidentes más allá de la coronilla, convirtiéndolos
en archimillonarios o asesinos; a algunos su ego los llevó a vender el país, a
provocar revoluciones y silenciar guerrillas.
El ego es esa vocecita que nos
dice que somos más buenos que los demás, lo cual no es una desventaja, excepto
que cuando se acrecienta comenzamos a creer que además de buenos somos únicos y
que Dios nos debe pedir permiso para actuar.
El problema es que cuando las cosas no salen como el ególatra planea, la
frustración se convierte en venganza: alguien la tiene que pagar. Mientras más
grande el ego, más cruel la venganza.
México tiene una larga historia
de presidentes ególatras, uno de ellos Gustavo Díaz Ordaz, el de “la personal
fealdad” -según Enrique Krauze-, aplastó manifestaciones porque los estudiantes
ponían en entredicho su gobierno ante la comunidad internacional o ante los
miembros de su propio partido -entre otras cosas-, y lastimaban su ego. Un ego
lastimado tiene consecuencias bárbaras.
De haber sido una persona humilde, Díaz Ordaz, hubiera aceptado que
estaban en su derecho de manifestarse, negociar con ellos y optar por arreglar los
desperfectos que se fueran originando, hasta que los ánimos se aplacaran.
Por eso me pregunto: ¿Qué será de
la mujer cuando su género alcance el poder político que ahorita tienen los
hombres? ¿Será más compasiva a la hora
de robar? ¿Será más ecuánime en las revanchas partidistas? ¿Será más recta con sus amigos políticos
ladrones? ¿más comprometida con las
causas sociales y los pobres? ¿Dará la orden de matar a manifestantes revoltosos
que se burlen de su cara de chango?
Hay muchas esperanzas de que cuando
la mujer ponga su mitad en la política, México mejorará, porque las féminas somos
generosas, dadoras de vida, sabemos perder, no tenemos miedo a rajarnos y no
tenemos que aparentar que somos muy machas.
Sin embargo mis dudas crecen, cierto
que a la hora de trabajar la mujer es más cumplida, más formal, más ordenada y
que Margaret Thatcher dijo que la mujer que sabe llevar una casa también puede
administrar un país, pero la historia de esta señora, Ministro de Inglaterra (
todavía no existe la palabra ministra) está ensangrentada con la guerra de las
Malvinas, en Argentina, y no puedo ponerla de ejemplo como dama humilde de ego
controlado, porque un ego normal sabe que el ser humano es parte de un todo y
que no se necesita ser dueño de una isla como Las Malvinas para ganar las
siguientes elecciones: “Elemental, mi querido Watson”.
Definitivamente no creo que el
desarrollo de las virtudes, tales como la humildad que es lo contrario al ego,
sea más prolífico en el género femenino, pues somos las mujeres las que más
invertimos dinero y tiempo en nuestra apariencia, sin embargo, somos quienes
damos la vida, nuestra naturaleza es dar una y otra vez incansablemente, como
tierra fértil.
Sé que en los años que seré testigo de este
cambio nos irá muy bien, empezarán a brotar los grandes talentos femeninos, mi
temor es que cuando nos hayamos acostumbrado al derecho del 50/50 en los
parlamentos comiencen los abusos de poder, quién sabe qué sería del mundo con
una presidenta china o rusa comunista.
Darse cuenta es la sinapsis más
importante del cerebro, darse cuenta es el primer paso para comenzar a cambiar,
saber que estas conductas futuristas pueden ocurrirles es bueno para las
legisladoras, para las presidentas municipales o gobernadoras de hoy. Controlar el
ego es un ejercicio de mente y espíritu constante, una revisión de nuestros
actos ante las circunstancias diarias que la vida da sin que se le pidan; solo
hay dos caminos para la sabiduría: el estudio o el sufrimiento, así que si tú,
mujer política, no sabes lo que es el ego comienza a estudiarlo, a detectar si
te estás saliendo de los límites del servicio al otro, o a creerte los halagos de
los lambiscones.
Educar a las niñas de hoy en el
servicio y en el trabajo en equipo, es la gran opción para que el egoísmo no
ataque las filas de mujeres políticas que se verán en las próximas décadas, de
no ser así corremos el riesgo de que haya el desarrollo de un fenómeno que se
llamé vergüenza de género.
Namasté
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